Jarrón Luna Llena 달항아리.
Corea. La dinastía Ri
李 (1392-1910. Llamada también Richoo, o Joseon) gobierna
el país desde hace 500 años basándose en el confucianismo. Esta filosofía
oficial que valoraba la ética, la moderación, el orden y la sinceridad tuvo una gran
influencia en las instituciones, sociedad, cultura, sentido estético y alcanzó
de lleno a la cerámica moldeando profundamente la sensibilidad estética y la percepción de los
objetos.
Como resultado de estos ideales confucianos, entre los siglos XVII y XVIII se produjo el ascenso de la Porcelana Blanca que simbolizaba sobriedad, rectitud y limpieza espiritual. De formas puras nada pretenciosas, sin artificios ni complejidades técnicas. Su idea de belleza, tan austera, no es pura exhibición, sino la intención de encaminar al usuario hacia la necesaria armonía entre las formas de vida y el mundo interior, a encontrar su equilibrio personal en el autocultivo a través de la erudición.
Además,
en la Porcelana Blanca, como en otras expresiones artísticas de la época,
podemos encontrar la aceptación tan característica del confucianismo hacia las
imperfecciones técnicas. No son condenadas si muestran sinceridad y una
intención moral elevada. Así, leves irregularidades tanto en la forma de la
pieza, en el esmalte o en la pasta no implican descuido y eran aceptadas si
reflejaban honestidad y humanidad.
Las piezas de Porcelana Banca, de formas muy variadas, estaban concebidas para rituales, banquetes reales, ofrendas y objetos de uso diario de la realeza y altos funcionarios.
Pero de momento veamos solo los llamados Jarrones de Luna Llena. Son esféricos con casi la misma altura y diámetro de cuerpo y se les considera la esencia de la porcelana en la dinastía Joseon. Sus irregularidades son parte de su belleza y expresión de equilibrio natural. De este modo tan sincero se manifestó el espíritu de su época.
Estos jarrones se produjeron
mayoritariamente durante los reinados de los reyes Yeongjo (영조, 1694–1776) y Jeongjo (정조, 1752–1800) en los hornos
estatales (véase “hornos canyoo”) Gwangju (nombrados también Bunwon‑yo.
Se trataba de hornos de leña, escalonados y con múltiples cámaras. Se
contabilizan más de 340 hornos en 30 aldeas de seis distritos de la ciudad de
Gwangju, designado como Sitio Histórico Nacional. Empezaron a funcionar en la
década de 1460 pasando por varias
ubicaciones en su búsqueda de combustible y arcillas. En 1752 se asentaron de
forma definitiva) en la provincia de Gyeonggi, desde mediados del
17 a mediados del 18. El apoyo de ambos monarcas estabilizó la
producción y mejoró la calidad técnica. Pero en 1883 y tras varias reformas fueron
privatizados por la debilitación gubernamental.
Durante
el periodo Joseon estas vasijas fueron objetos utilitarios y alrededor de 1800
cayeron en desuso. El siglo XX las redescubrió. De nuevo hay que referirse al pensador japonés Yánagui Muneyoshi* (Véase las entradas “Yánagui Muneyoshi y amigos” y
“Mínguei, revitalización de las artesanías”) quien no vio la porcelana blanca como una antigüedad más sino como la
manifestación de una manera de “estar en el mundo”.
En
cuanto a su color generalmente se le califica de blanco lechoso, pero hay más
tonalidades de blanco incluso en un mismo recipiente. Son frecuentes las
manchas provocadas por una cocción incompleta, por la llama oxidante o por la
absorción de líquido cuando el jarrón ha sido utilizado como contenedor. Y como
todos los esmaltes cerámicos cambia sutilmente con el tiempo y el uso.
Las
piezas grandes son difíciles de hacer al torno por lo que en general se trata
de una unión entre un hemisferio superior e inferior.
Actualmente
solo se conservan unas 20 piezas originales de la época.
Parece que su nombre coreano, “taru han arí” (달항아리, luna+jarrón), se lo puso el pintor coreano Kim Whan‑ki (1913-1974) en la década de 1950.
Principios del XVIII. 44 cm. de altura. Museo de Bellas Artes de Boston.
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